
Siguen ladrando los que dedican su prescindible, aunque sórdida, existencia a la salvación de las patrias con la marca de que todos los males que padecen estas se deben al robo, la vaguería y los privilegios que acumulan los inmigrantes. Son su inagotable chivo expiatorio. Pero constato que desde hace muchos años todas las personas que han trabajado en mi casa han sido y son extranjeros. Y debo de haber tenido una suerte espectacular con ellos, ya que limpian mi suciedad, suplen mis carencias organizativas y jamás he constatado que desapareciera algo de mi casa. Son profesionales, educados, eficaces. Mi naufragio sería absoluto si no fuera por el orden que ellos me procuran.