
Nadie, nunca, jamás, se ha arrepentido de un chapuzón en una piscina. Quizás el pobre diablo de William Holden en El crepúsculo de los dioses, que ya sabemos cómo acabó. Hay excepciones: en la película Gloria Swanson no se baña en su piscina de su mansión que, como ella, tuvo mejor pasado que presente. Sí la vemos en el borde vestida y calzada con estampado felino protegiéndose del sol con una gran pamela. Una diva no se moja el pelo.