
El saltador Tom Daley, el niño mimado del equipo olímpico británico, no quería que su primer oro en unos Juegos, obtenido el pasado lunes en su cuarta participación, sufriera ni un rasguño. Pero donde otros deportistas habrían tirado de una simple caja, Daley aprovechó la mañana siguiente a su victoria para tejerse una funda a medida. Personalizada para la ocasión con la Unión Jack por un lado y la bandera de Japón por el otro, el estuche basta, por sí solo, para explicar por qué miles de sus compatriotas celebraron la gesta de Daley como si quien estuviese en lo alto del podio en Tokio fuese uno de los suyos.