
Lentejuelas y solidaridad. Mucho, y de las dos. Ese es, en un par de palabras, el resumen de la gala Starlite, que lleva 12 veranos llenando Marbella de famosos de toda condición para, básicamente, recaudar dinero para dos fundaciones, Niños En Alegria y Lágrimas y Favores, que reparten sus fondos entre distintas asociaciones. Pero la gracia de esta gala, que marca el retorno de la normalidad, el brillo, el viejo glamur de la Costa del Sol, va mucho más lejos. Mucho en ella es singular: la cantidad de ricos y famosos por metro cuadrado, el escenario, los convocantes. Aunque este año con menos convocatoria internacional (ni Sarah Ferguson, ni Olivia Palermo, ni Marta Luisa de Noruega y su chamán, ni siquiera Gunilla Von Bismarck), finalmente sí que estuvo el más esperado: Antonio Banderas.